Pediatría primaria – Pediatría hospitalaria. Un reto conjunto

Jorge Gómez Sirvent
Jefe de Servicio de Pediatría del HUNSC


A partir de la Ley General de Sanidad promulgada en 1985, además de la generalización de la asistencia al 100% de la población, se emprenden importantes reformas para descentralizar la asistencia sanitaria basadas en situar los servicios sanitarios lo más cerca posible de donde vive y trabaja la población. Se trata así de reducir la concentración de centros sanitarios en los núcleos urbanos. A partir de aquí, en el Servicio Nacional de Salud, la base de la asistencia recae en la atención primaria de salud, como queda recogido en la citada ley. Desde este momento, y con la posterior transferencia de las competencias sanitarias desde el estado a las comunidades autónomas, se crean las directrices y los distintos niveles de gestión y decisión para la asistencia sanitaria a la población. Aunque la financiación económica es aportada por el estado central, al igual que las directrices generales en la atención sanitaria, queda clara la progresiva tendencia a la autogestión por parte de las comunidades autónomas. Si bien este modelo de atención supuso un gran avance en la generalización real de la asistencia a toda la población, con el tiempo observamos la aparición de grietas que se agrandan que, como principales garantes de la atención al menor, debemos denunciar ya que ponen en peligro la continuidad de la pediatría en este modelo asistencial. En nuestra Comunidad Autónoma, al igual que en la mayoría, la presencia de dos gerencias independientes en la organización de nuestra especialidad en el área de salud (gerencia hospitalaria y gerencia de atención primaria) han propiciado la división real de la atención pediátrica en dos compartimentos “casi” estancos: la pediatría hospitalaria y la pediatría de atención primaria, olvidando que la base esencial de este modelo es la continuidad del proceso asistencial y la atención integrada al paciente. La Pediatría solo es una, al igual que el paciente, que es único e indivisible. La falta de conexión real y eficaz entre estos dos niveles asistenciales propicia la reivindicación por separado de nuestras preocupaciones, facilitando a menudo que los reme- dios propuestos no solucionen la tesitura real del paciente, sino que se destinen a satisfacer por separado las exigencias concretas del personal sanitario. La población y la sociedad están en permanente cambio y no podemos mantener criterios rígidos, debiendo ser capaces de adaptarnos, en lo posible, a sus necesidades. En momentos como el actual, donde escasean los pediatras para cubrir plazas, y la falta de motivación e incentivos para dedicarse a la pediatría primaria, hacen que nos debamos replantear el sistema diseñado. Como ejemplo práctico puede tomarse la formación en la especialidad de Pediatría y sus Áreas Específicas, en donde a pesar de que el grueso de la asistencia al menor se realiza en Atención Primaria, el 95% del aprendizaje se realiza en el ámbito hospitalario. Desde algún foro ya se ha sondeado la posibilidad de figurar como dos especialidades distintas en la formación MIR, a lo que afortunadamente se ha contestado con rotundidad que no, que la Pediatría es una única especialidad. Parece lógico que, a día de hoy, el Plan Nacional de la Especialidad contemple la formación pediátrica durante más tiempo en atención primaria. Por otro lado, formamos buenos especialistas, que además tienen la oportunidad de profundizar en una subespecialidad como final de su entrenamiento, desperdiciando por completo este aprendizaje una vez que salen del hospital, ya que en AP no hay tiempo, ni se permite, que estos profesionales dediquen su jornada, o parte, a valorar estos pacientes evitando así su viaje obligatorio al hospital. El empeño inicial de llevar al sanitario al núcleo poblacional ha concluido en que multitud de centros abiertos no cuenten con especialista en Pediatría, siendo sustituidos por profesionales no titulados con formación pediátrica incompleta, lo que concluye en muchas ocasiones en pautas de seguimiento o tratamiento alejadas de la evidencia científica, o el traslado del menor al centro hospitalario sin motivo. Para esto también hay soluciones posibles que pueden ser estudiadas de forma conjunta. En este modelo, la pediatría hospitalaria ha quedado aislada por completo en el peldaño más alto, que no más importante, del sistema sanitario, y queda como solución a problemas graves o que precisan atención en una subespecialidad concreta. El hospital figura como centro de referencia de un área de salud determinada y está obligado a recibir a los pacientes derivados desde la misma, pero en realidad tiene poca o nula influencia en los pediatras que trabajan en su zona. Entendemos que la intención inicial de dar una cobertura completa a cada paciente debe pasar por una fluida comunicación bidireccional y no únicamente en un solo sentido. Observamos frecuentemente la intención de la Administración en dar solución a algunos desencuentros, contando con técnicos muy capaces en sus equipos, pero que al final dependen de instancias políticas superiores. Creemos que estas decisiones deben ser tomadas contando con el profesional sanitario, ya que es quien conoce de primera mano las necesidades de los pacientes y del personal implicado, siendo además quien recibe las quejas en primera persona. Como ejemplo reciente de estas decisiones unilaterales están la realización del cribado neonatal desde el ámbito hospitalario, o la retirada de la vacunación financiada desde sector privado, ocasionando en ambos casos una sobrecarga evidente en los dos sectores no comprendida a día de hoy a pesar de las explicaciones dadas. No tan reciente es la publicación del aumento de la edad pediátrica hasta los 18 años, hecho celebrado por los profesionales pero con el máximo temor a su puesta en escena ya que no contamos ni con recursos humanos ni estructurales para llevarla a cabo. Debemos celebrar la reciente creación, en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, de la figura del coordinador entre asistencia primaria y hospitalaria, que ya existía en Las Palmas de Gran Canaria, ya que facilitará y conducirá esta relación obligatoria entre los dos ámbitos por el bien del paciente infantil. A pesar de su corta existencia vemos con enorme agrado la solución a problemas largamente denunciados, como la pronta visita en primaria del recién nacido con alta precoz, o la próxima puesta en marcha del programa de cuidados paliativos pediátricos que precisa de una colaboración máxima entre el equipo hospitalario y de atención primaria. Trabajamos además en la generalización de la consulta virtual a todos los centros de salud del área, iniciada en nuestro hospital cuatro años atrás con un número reducido de centros, y que conecta directamente al profesional de primaria con el hospitalario para la valoración y seguimiento conjunto de pacientes concretos. Necesitamos la máxima colaboración de todos para seguir manteniendo un programa de atención pediátrica digno, tanto para pacientes como para profesionales, porque la atención sanitaria al menor debe ser realizada exclusivamente por especialistas en Pediatría.