Océanos del futuro. Retos y amenazas

Alejandro de Vera Hernández
Conservador de Biología Marina del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA). Cabildo de Tenerife


Introducción
Los entornos acuáticos, definidos por unas características físico-químicas particulares, representan un medio hostil para un animal eminentemente terrestre como el ser humano. Aun así, los océanos juegan un papel fundamental para la humanidad, y no se puede explicar la supervivencia y desarrollo de la mayoría de las civilizaciones sin el aprovechamiento, directo o indirecto, de los recursos marinos. En la actualidad, la mitad de la población humana habita a menos de 200 km de la zona costera.
Del mar se extrae principalmente alimento, pero también numerosas sustancias y compuestos orgánicos de importancia y utilidad sanitaria (farmacológica) o industrial.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los grandes avances tecnológicos propiciados por la revolución industrial irrumpieron también en el medio marino. Con las nuevas tecnologías pesqueras incorporadas a bordo de grandes buques transoceánicos, se llevó a cabo de forma sistemática una extracción de recursos alimenticios de crecimiento exponencial. La actividad humana se extiende a todas las masas de agua del planeta con consecuencias dañinas para el ambiente. La contaminación generada por esta explotación intensiva industrial deja un rastro preocupante en los océanos, que van disolviendo, expandiendo y acumulando diversos compuestos tóxicos que acceden a las cadenas tróficas marinas, una de las principales fuentes de alimento humano.

Como última y novedosa amenaza, el cambio global que está sufriendo el planeta
debido, especialmente, a la emisión de gases de efecto de invernadero, afecta también al medio marino. El calentamiento de las masas de agua permite la llegada y colonización de aquellas especies de origen tropical que hasta ahora no eran capaces de asentarse y habitar aguas canarias. Algunas de ellas son patógenas y, por tanto, representan un riesgo sanitario, anteriormente inexistente, para la población humana que habita en esa región.

Contaminación
El abandono en el medio marino de residuos generados por la actividad humana es un proceso habitual y crónico, y abarca una infinidad de compuestos y materiales sólidos que se van dispersando y acumulando en los océanos. Aparte de las consecuencias visibles en forma de afección a los organismos que habitan en esos ecosistemas, la comunidad científica se ha hecho eco en los últimos años de riesgo sanitario que va asociado a algunos de los componentes presentes en estos desechos.
Dependiendo de la frecuencia con la que se realiza y de su persistencia en el tiempo, la contaminación se puede considerar como un problema puntual o continuado.
En el caso de la contaminación puntual, los derrames accidentales de combustible
durante su transporte marítimo ocasionan el mayor problema, y son responsables de
grandes catástrofes con efectos negativos en los ecosistemas locales y, muchas veces, en la economía pesquera de la zona.

Pero existe otro tipo de contaminación no tan perceptible, pero de efectos más alarmantes, consistente en el vertido continuado de sustancias y materiales de origen urbano e industrial. Aunque se suele realizar en pequeñas cantidades, los niveles acumulativos que han ido alcanzando a lo largo de los años comienzan a dejar entrever sus primeros efectos negativos.
En Canarias se han autorizado 102 vertidos al dominio público marítimo-terrestre, de los que algo más de la mitad corresponden a emisarios urbanos que expulsan principalmente residuos fecales que generan una contaminación orgánica. Teniendo en cuenta que en el informe solo se mencionan aquellos que han recibido el beneplácito administrativo correspondiente del gobierno de Canarias, y que la cifra real asciende a 394 entre vertidos urbanos, industriales y de escorrentía, llama la atención que solo una cuarta parte de lo que se vierte al mar esté autorizado. Es habitual la detección de niveles de enterobacterias superiores a los legalmente regulados en algunas de las playas del archipiélago, siendo necesario su cierre al baño hasta que la situación es normalizada. Aun así, el aporte canario deja de ser preocupante si se compara con el realizado en otras zonas del mundo, en el que numerosas industrias vierten a los ríos numerosos compuestos químicos tóxicos que finalmente desembocan en el mar más cercano.
De ellos, hay que destacar el mercurio, que cuando se transforma en sus formas orgánicas (metil- y dimetilmercurio) adquiere una alta capacidad para concentrarse en la cadena trófica debido a procesos de bioacumulación y biomagnificación.

El riesgo de los consumidores habituales de alimentos marinos a padecer hidrargiria a largo plazo parece aumentar en los últimos años y, como respuesta, las autoridades sanitarias españolas han emitido varios informes acerca de las concentraciones habituales de este elemento en los productos de la pesca.
En ellos, optan por recomendar que eviten el consumo de pez espada, tiburón, atún rojo y lucio aquellas mujeres embarazadas o en período de lactancia y niños/as menores de tres años. A partir de esta edad y hasta los 12 años, el consumo de estas especies se debe limitar a 50 gr/ semana o 100 gr/2 semanas.

Plástico: el contaminante más abundante
Tras la irrupción, hace ya casi un siglo, de la revolución de los plásticos, la elaboración industrial de productos hechos de este material ha crecido de forma exponencial.
Como consecuencia, hasta 12,7 millones de toneladas de plástico terminan cada año en los océanos que, debido a su baja tasa de degradación, se acumulan en ellos de forma inexorable. Los plásticos han llegado hasta los rincones marinos más recónditos, contaminando a los organismos que habitan en ellos, incluidos aquellos que lo hacen en la fosa de las Marianas, el lugar más profundo del planeta. Las mayores concentraciones se presentan en latitudes subtropicales, flotando a la deriva en las zonas centrales de los océanos, fuera de la influencia de las principales corrientes de giro.

Este tipo de residuos afecta directamente a la fauna marina, tanto por interacción externa (enredo, estrangulamiento) como por ingesta. En este último caso, la fragmentación a la que se ve sometida este material a lo largo del tiempo debido a los efectos mecánicos de la dinámica oceánica hace posible que aquellos trozos más pequeños sean incorporados a los niveles más bajos de la cadena trófica marina. Los microplásticos (trozos menores de 5 mm de diámetro) y nanoplásticos (menores de 1 µm) inundan los océanos y sus componentes se asimilan y acumulan en los tejidos de los depredadores que ingieren las presas contaminadas. Siendo el ser humano el que asume el rol de top predator en esta cadena, estos compuestos comienzan a ser un elemento habitual de nuestra dieta, y desde hace algún tiempo, vienen siendo motivo de preocupación sanitaria.

Los residuos plásticos que permanecen a largo plazo en el medio marino, pueden actuar como reservorio de otros contaminantes presentes en el medio debido a su gran capacidad de adsorción. En este sentido, en las playas de Canarias se han detectado niveles altos de contaminantes adheridos a microplásticos, entre ellos DDT, cuyo uso está prohibido en España desde 1977; o clorpirifós, pesticida ampliamente utilizado en el sector agrícola del archipiélago.
Pero, además, su propia degradación libera algunas sustancias tóxicas formadas e incluidas por ser necesarias durante el proceso de fabricación y que, mediante procesos de filtración, terminan disolviéndose en el medio acuoso o en el interior de los organismos que los han consumido. Entre ellos, se ha contabilizado la presencia de difeniléteres polibromados (PBDE), tóxicos para la función tiroidea y desarrollo neurológico, sistema inmunológico y función hepática en humanos; ftalatos (DEHP, DBP y DEP), con efectos negativos en la reproducción y función hepática; o disruptores endocrinos como los nonifenoles (NP) que también afectan a la reproducción; o el más conocido bisfenol A (BPA), sustancia que ha sido ampliamente estudiada debido a sus efectos especialmente dañinos en fetos y bebés.

Aun así, los efectos de los plásticos en la salud de las personas son poco conocidos, aunque algunos de los estudios más recientes ya han demostrado la interacción entre microplásticos y células y tejidos en humanos procedentes del consumo de pescados y mariscos, así como su potencial de absorción a sustancias químicas tóxicas mientras permanecen en la naturaleza marina.

Cambio climático
Durante el último siglo, la emisión de gases de efecto invernadero (principalmente CO2), resultado de la quema desmedida de combustibles fósiles para la obtención de energía, está generando un cambio en la ecología del planeta de proporciones nunca antes conocidas en el último millón de años 20.
Además, este compuesto modifica el medio marino de dos formas diferentes, con su presencia en la atmósfera aumentando la temperatura del agua en primera instancia, pero también disolviéndose en ella, generando una acidificación del ambiente que perjudica a aquellos organismos que necesitan una estructura calcárea para sobrevivir, caso de corales, moluscos, equinodermos y crustáceos, principalmente. Estas perturbaciones generan situaciones que diversas especies no son capaces de tolerar y terminan muriendo, con la consiguiente desaparición progresiva de sus poblaciones. Otras en cambio se ven favorecidas por estas variaciones, de forma que aquellas que necesitan habitar aguas más cálidas pueden aumentar su distribución natural y colonizar nuevos territorios.
Los efectos de este calentamiento ya son patentes en Canarias, y las costas del archipiélago se van colonizando poco a poco de especies foráneas de hábitos tropicales, que ahora pueden tolerar la temperatura de nuestras aguas. La ya habitual invasión veraniega en nuestras costas de grandes colonias de bacterias marinas pertenecientes a la especie Trichodesmium erythraeum es un claro ejemplo de este proceso a gran escala, en el que algunas especies cuya presencia en Canarias era en otro tiempo testimonial, ahora abundan a altas concentraciones.

En este sentido, existe un grupo específico de organismos protistas que se ha convertido en el responsable de la existencia de un nuevo riesgo sanitario en Canarias.
La mayoría de especies de dinoflagelados marinos bentónicos del género Gambierdiscus se distribuyen normalmente por las zonas tropicales y subtropicales de todos los océanos del mundo. El calentamiento del agua de mar está favoreciendo su expansión a zonas de mayor latitud, y en los últimos años se han detectado hasta cinco especies distintas en Canarias, siendo una de ellas endémica y probablemente responsable de algunas de las crisis sanitarias producidas en el archipiélago en los últimos años. Algunas de estas especies se caracterizan por producir un grupo de sustancias dañinas denominadas ciguatoxinas, que, mediante su consumo, se trasladan en la cadena trófica hasta acumularse en numerosas especies de peces marinos litorales. El consumo de estas especies por parte del ser humano causa la ciguatera, enfermedad descrita como la más habitual producida por el consumo de pescado en todo el mundo, y entre cuyos serios trastornos se incluyen los digestivos, neurológicos y cardiológicos. La ciguatera, enfermedad endémica principalmente en zonas tropicales, está ya presente en Canarias desde el año 2004, momento en el que se confirma sus efectos patológicos producidos por el consumo de un medregal en Fuerteventura, procedente de la pesca recreativa. A partir de ese instante, 16 casos más se han declarado en nuestro archipiélago hasta la actualidad, con un total de 109 personas afectadas en cuatro de las islas. Ante esta situación alarmante, la Dirección General de Pesca del Gobierno de Canarias ha establecido un protocolo de actuación para el control oficial de la ciguatoxina en los puntos de primera venta, basado en el análisis de la musculatura de los ejemplares de pescados que superen un tamaño especificado en aquellas especies susceptibles de acumular este tóxico.

Sobrepesca
Durante la última década, una media de 10.000 buques de pesca faena cada año en aguas españolas y, aunque la evolución anual parece indicar un ligero descenso, la presión a la que se ven sometidas algunas pesquerías del planeta sigue siendo insostenible. Casi tres cuartas partes de las pesquerías están actualmente sobreexplotadas. De continuar esta progresión y no establecer nuevos límites de captura, todos los caladeros conocidos y en los que se pesca intensivamente habrán desaparecido antes de la mitad de este siglo. De forma paralela, supone un serio problema también la denominada pesca fantasma, que se realiza de manera involuntaria cuando numerosas artes de pesca rotas o abandonadas en el mar continúan matando mucho tiempo después, eliminando una importante biomasa no aprovechable.

Introducción de especies invasoras
El proceso de globalización en el que está inmersa la sociedad, y que permite interconectar virtualmente casi cualquier lugar del mundo mediante una eficiente e intensa red de transportes y comunicaciones, trae aparejadas una serie de consecuencias negativas. El intercambio de especies marinas a través de los océanos transportadas por el ser humano, bien de manera voluntaria o accidental, está generando serios problemas ambientales y económicos en algunos lugares en los que las especies introducidas se hacen con el dominio del ecosistema. Algunas, al carecer de depredadores naturales en las zonas a las que llegan, se expanden sin control causando una transformación del entorno marino y de los organismos que viven en él. La mayoría de los ejemplos más catastróficos y de mayor relevancia han sido consecuencia de la negligencia humana en el manejo de flora y fauna exótica. En 1984, una limpieza de tanques en el acuario de Mónaco liberó al Mediterráneo una cepa del alga alóctona Caulerpa taxifolia, que en pocos años se extendió por todo el Mediterráneo, arrasando los ecosistemas de fanerógamas marinas y su rica diversidad ecológica.

Algo similar ocurrió en el mar Negro a principio de los 80 del pasado siglo, cuando las aguas de lastre de buques de transporte introdujeron en ese mar al cnetóforo Mnemiopsis leidyi, depredador que causó en poco tiempo el colapso de las pesquerías de anchoa.

En Canarias ya existen casos similares. El trasiego de plataformas petrolíferas que traen adheridos a sus casos auténticos arrecifes, formados mientras permanecen ancladas en las zonas lejanas en las que trabajan, ocasiona un riesgo potencial de entrada de especies invasoras. De esta forma pudieron haber llegado las colonias de los corales invasores Tubastraea coccinea, de origen indopacífico y Oculina patagonica, del Atlántico suroccidental. Su presencia en las dos islas centrales del archipiélago se reduce por ahora a entornos portuarios cercanos. No obstante, dado su comportamiento habitual invasor, no sería extraño que en un futuro sus poblaciones se propaguen por las costas canarias si no se realiza un control exhaustivo y erradicación de sus poblaciones.

Retos
Con la intención de asegurar a las generaciones futuras un escenario ambiental saneado, rico y diverso, se hace necesario un cambio de mentalidad a escala global que incluya a la adopción de medidas urgentes que frenen y hagan retroceder los efectos negativos de la actividad humana en los océanos. Un mayor control de los desechos generados por los procesos industriales y de las cuotas de captura pesquera, amparado en una legislación ambiental estricta y ejemplar, debería implementarse a nivel internacional para lograr un efecto global en la recuperación de los ecosistemas marinos. Por otra parte, la educación juega un papel fundamental en la actuación ambiental de la sociedad. La concienciación desde edades tempranas, tanto en los centros escolares como en el propio hogar, facilita el conocimiento y la comprensión de los principales problemas a los que se enfrentan los ecosistemas marinos, asegurando por otra parte la trasmisión de esta preocupación a aquellos que habitarán el planeta cuando ya no estemos.
Por último, es fundamental el fomento y el incremento de la investigación científica en el medio marino en todas las disciplinas involucradas, destacando la ecología, biodiversidad, tecnología, bioquímica y farmacología. El mar es un reservorio de productos y sustancias con un valor incalculable para la humanidad. Si desaparecen, ésta se enfrentará a múltiples efectos negativos con consecuencias globales y de difícil solución.

Agradecimientos
A la Sociedad Canaria de Pediatría de Santa Cruz de Tenerife y, especialmente a su presidente, el Dr. Luis Ortigosa Del Castillo, por invitarme a participar impartiendo esta conferencia de clausura en la 47 Reunión Anual Conjunta de las Sociedades Canarias de Pediatría.

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