La logopedia en el ámbito pediátrico

Mª Macarena Álvarez Hernández
Centro Logopédico y Psicomotriz Macarena Álvarez
C.E.I.P.S. Santa Rosa de Lima. Madres Dominicas. La Laguna



Introducción
Se entiende por atención temprana el conjunto de intervenciones, dirigidas a la población infantil de 0-6 años, a la familia y al entorno, que tienen por objetivo dar respuesta lo más pronto posible a las necesidades transitorias o permanentes que presentan los niños con trastornos en su desarrollo o que tienen el riesgo de padecerlos. Estas intervenciones, que deben considerar la globalidad del niño, han de ser planificadas por un equipo de profesionales de orientación interdisciplinar o transdisciplinar1.

Ante esta definición nos planteamos quien o quienes son las personas que tienen más facilidad para detectar dificultades en el desarrollo del niño. En primer lugar están los padres que son con los que pasan más tiempo, por otro lado todos aquellos profesionales con los que se relaciona el niño: cuidadores, familiares, educadores infantiles… y principalmente la figura del pediatra, que es a quien primero acuden los padres cuando tienen dudas sobre si su hijo o hija está teniendo un correcto desarrollo.

El pediatra de atención primaria tiene una importante función de detectar precozmente cualquier indicio de alteración y por ello, debería profundizar en el conocimiento de las alteraciones del habla infantil de manera precoz. Quien no tiene lenguaje no aprende, y quien posee un lenguaje pobre, aprende con dificultades2.

Un alto porcentaje de niños que llegan a la etapa escolar con dificultades en el desarrollo del lenguaje, de no ser tratados a tiempo de manera específica, con alta probabilidad desarrollarán dificultades para acceder al aprendizaje de la lectura y la escritura. Son niños que siempre leen como habla y muchas veces también escriben como hablan.

Es necesario escuchar a los familiares y ante la pregunta sobre si deben llevar a su hijo a ser valorado por un especialista, nuestro consejo es no dudar y decir siempre “sí”, salvo que se cuente con una formación específica en el tema y se pueda realizar una valoración específica mediante análisis del lenguaje del niño en la propia consulta.

Algunos de los signos de alarma que deben tenerse en cuenta podrán observarse en la tabla que se muestra a continuación, siempre teniendo en cuenta que cada niño es un mundo y puede estar por delante pero no muy por debajo del rango2.

Algunos de los estudios referentes sobre cómo debe ser el desarrollo en la adquisición del habla en el niño, indican que hasta los siete años pueden adquirir los fonemas del castellano3, sin embargo, muchos de estos estudios están realizados en la época de la Enseñanza General Básica (E.G.B.), cuando los niños maduraban la primera etapa de infantil y comenzaban la alfabetización a partir de los 6 años. La realidad de hoy en día es que nuestros niños y niñas empiezan el aprendizaje de la lectura y escritura, de un segundo o en ocasiones un tercer idioma desde los 3 o 4 años y de 3º de Educación Infantil, en la mayor parte de los centros escolares, salen leyendo y en ocasiones escribiendo incluso las sílabas trabadas. Por ello la prevención es muy importante.

Cuándo derivar al especialista del lenguaje (Logopeda)
La función del logopeda es evaluar, diagnosticar e intervenir en los trastornos de la comunicación, lenguaje (oral y escrito), el habla y la voz, por tanto puede trabajar tanto en el área educativa como sanitaria. Dentro de esto debemos pensar en todo lo que hay relacionado con ello: si hay una malformación en la arcada dentaria por un uso inadecuado del chupete, el logopeda se encargará de evaluar cómo es la deglución y corregir el mal hábito para evitar que la arcada siga deformándose, o que llegada la edad en la que deba colocarse ortodoncia, estén corregidas las funciones alteradas para evitar la tan frecuente recidiva; si un niño de tres años no habla y presenta mal comportamiento (pega, escupe, corre, no hace caso…), realmente es porque tiene hiperactividad o porque al no tener sus herramientas de comunicación adecuadas se desespera al no poder decir lo que quiere o piensa… Todo es una cadena.

Por tanto el pediatra como primer asesor familiar y profesional capaz de detectar qué puede pasar, debería consultar o remitir al logopeda cuando observe alguna alteración en la comunicación, lenguaje, habla y voz. De esta manera conseguiremos prevenir gran parte de los trastornos que aparecen a partir de los 5 años. Pero también debería hacerse con una pequeña batería de exploración en consulta para poder sacar información lingüística del niño colaborador. Entre otros aconsejamos: contar con algún cuento o lámina a color sobre la que hablar con el niño; contar con algún juego (encajable, puzzle…) para valorar por ejemplo el vocabulario (“vamos a decir animales y por cada uno ponemos una pieza”…); imágenes reales de objetos conocidos para valorar si los conoce, si es capaz de contar las sílabas; imágenes que contengan todos los fonemas a explorar y ver si articulan correctamente, están en proceso o cometen errores articulatorios de sustitución: “perro” dice “pedo”. Es muy fácil hacerse con una pequeña batería de exploración propia sólo hace falta dedicarle un rato a ello.

Si pensamos en cuáles son las principales consultas que hacen los padres en la consulta de pediatría, en relación al desarrollo de su hijo o hija, que tiene que ver con el logopeda, podemos hablar en los siguientes trastornos:

Trastornos del habla
Este trastorno se caracteriza por tener afectada la dimensión fonológica, es decir las alteraciones a nivel articulatorio exclusivamente. Cuando sólo se ve alterado un fonema hablamos de dislalia y cada fonema tiene su propio nombre (/d/ deltacismo, /k/ kapacismo…, aunque la dislalia más conocida es el rotacismo que afecta a la “erre” o “ere”). Cuando los errores articulatorios afectan a varios fonemas, hablamos de retraso del habla.

Los dislalias o errores articulatorios concretos pueden ser4:
a) Evolutiva: son errores que aparecen en el habla durante el proceso de adquisición del lenguaje. Aunque hasta los 4 años no se corrigen errores como /rr/, si es necesario tener en cuenta qué errores aparecen en el habla y cómo afectan a la interacción para decidir intervenir o no.
b) Funcionales: se deben a que el niño comete errores en el punto o modo de articulación, por un mal hábito en muchas ocasiones.
c) Audiógenas: están relacionadas con la mala audición puntual por presencia de moco en el oído de manera regular o en sí por un déficit auditivo. Los niños que presentan periodos de presencia de moco en el oído son propensos a desarrollar su lenguaje con multitud de errores. Es frecuente confundir /r/ (ere) con /l/. Por tanto un niño con una dislalia de este tipo no será conciente de que /kalamelo/ es incorrecto.
d) Orgánicas: se deben a una alteración o lesión que conlleva errores en el habla, como pueden ser:
– Disglosias (labio leporino uni o bilateral, fisura palatina, frenillos, parálisis…): malformaciones en los órganos que intervienen en el habla.
– Disartrias (afectación neurológica que impide una correcta articulación): alteraciones en el habla debidas a una afectación de los centros neuronales (SNC).

Tabla 1. Signos de alarma.

A la hora de intervenir en un caso de dislalia o retraso del habla, lo ideal es hacerlo lo antes posible ya que de esta manera, evitaremos que el niño llegue a la etapa de aprendizaje de la lectura y escritura hablando mal.

Hay que tener en cuenta que cuando los errores se deben a causas funcionales o audiógenas normalmente la evolución es rápida y positiva. Sin embargo en el caso de las causas orgánicas, alcanzar una normalización en el habla en ocasiones es incluso imposible. Por tanto en casos en los que se detecte desde el nacimiento una alteración orgánica que pueda afectar al habla, debe empezarse la intervención de manera precoz, incluso desde la semana de nacimiento como sucede en los casos de labio leporino o fisura palatina.

Retraso del lenguaje
Cuando hablamos de lenguaje tenemos que tener en cuenta que podemos hablar de cuatro dimensiones:
1. Dimensión fonológica: hace referencia a la articulación y a todo lo que ello requiere (respiración, tonicidad, coordinación de los órganos que intervienen en el habla, ritmo, prosodia…)
2. Dimensión semántica: en este caso hablamos del vocabulario que se conoce. Muchas veces confundimos el que un niño no nos denomine, con desconocimiento, y esto no tiene porqué ser así, ya que puede que no sea capaz de decir el nombre que corresponde, pero sí es capaz de señalar o designar, demostrando que sí tiene el concepto.
3. Dimensión morfosintáctica: el uso de las palabras y cómo se estructura la información que se quiere transmitir, tiene que ver con esta dimensión (concordancias género – número; tiempos verbales…).
4. Dimensión pragmática: tendremos en cuenta cómo se comunica el niño y cómo hace uso del lenguaje en los distintos contextos y hablamos de pragmática. En ocasiones vemos cómo un niño se comunica más y mejor en un contexto o con unas personas que con otras. El análisis del lenguaje en los distintos contextos facilitará conocer qué nivel de desarrollo o seguridad tiene el niño para relacionarse con el medio y con sus iguales o los adultos.

Cuando estas cuatro dimensiones en mayor o menos medida se ven afectadas, alteran la comprensión y expresión del niño, por lo que en este caso hablamos de retraso del lenguaje.

Según el grado de afectación podemos hablar de distintos grados de afectación4:

1. Retraso simple o leve del lenguaje:
Las primeras palabras aparecen más tarde y el proceso evolutivo posterior también se ve enlentecido (unión de palabras para formar frases, concordancias, adquisición de vocabulario…). La comprensión es mejor que la expresión lo que parece indicar que en ocasiones están dentro de la normalidad. En general presentan también un retraso en el desarrollo motor, precisión y coordinación óculo manual…
2. Retraso moderado del lenguaje o disfasia:
Se caracteriza por la falta de organización en el lenguaje. Aunque a nivel anatómico todo aparece normal, la expresión está bastante afectada y conlleva dificultades en el aprendizaje tanto en lectura como escritura. A nivel comprensivo podemos decir que se caracterizan por mejorar cuando tienen apoyo visual, pero carecen de estrategias para entender los abstractos, dobles sentidos, bromas…
3. Retraso grave del lenguaje:
Normalmente hablamos de retraso grave cuando a la edad de 5 años prácticamente no han adquirido el lenguaje oral. Lo adecuado sería no esperar a hacer este diagnóstico a la edad de cinco años, sino comenzar la intervención antes, ya que son niños que se detecta claramente el desfase en el desarrollo desde el periodo de adquisición y desarrollo.

Aunque en todos los casos la expresión y comprensión están alterados, en este caso se observa claramente el déficit a nivel comprensivo que mejora con el apoyo visual, necesario en la mayor parte de los casos (pictogramas, pistas visuales, imágenes reales, gestos…).

Trastorno de la fluidez del habla5
Son varios los términos con los que nos referimos a las personas que presentan bloqueos en el habla. Suelen ser tartamudez o disfemia.

El término tartamudez se define como una alteración en la fluidez del habla, caracterizada por las repeticiones o prolongaciones de sonidos, sílabas, palabras y bloqueos al hablar.
Estas alteraciones son involuntarias y no se aprenden, aunque el contexto si tiene que ver.
La mayor parte de las ocasiones está asociada con un trastorno de ansiedad, estrés.., que no controla la persona y hace que aparezcan dichos bloqueos. Se suelen sentir rechazados y muestran pensamientos negativos sobre si mismos.

El entorno y los padres son un papel fundamental en el afianzamiento de dichos bloqueos o en la superación de los mismos.

Como conductas asociadas que pueden observarse están: sobreesfuerzo al hablar; ansiedad y estrés; conductas de evitación; pensamientos y sentimientos negativos; relaciones sociales alteradas…
Desde el momento en que se detecta la disfemia es aconsejable acudir a un especialista, ya que un 82% de los niños detectados e intervenidos antes de los cinco años, consiguen superar esta dificultad. Mientras que la recuperación es de un 37% si se evalúa e interviene después de los cinco años.
Existen distintos tipos de disfemia o tartamudez:

1. Evolutiva: normalmente igual que aparecen los errores articulatorios durante el proceso de adquisición del lenguaje, también hay un periodo entorno a los dos años y medio a 3 – 4 que pueden aparecer bloqueos. Con las pautas adecuadas suelen remitir.
2. Clónica: hace referencia al tipo de bloqueo y ocurre cuando el niño repite o “clona” la primera sílaba de la palabra con la que va a iniciar el discurso. (P.ej: /ka – ka¬ – kasa/).
3. Tónica: En este caso se caracteriza por realizar un gran esfuerzo previo a que salga el primer sonido de la palabra que va a decir. Esto puede suceder perfectamente antes o durante el discurso. (P.ej. /pppppppato/).
4. Mixta: No suele aparece un tipo puro de bloqueo, sino que normalmente se dan ambos pero con predominio de una. En estos casos hablaremos de disfemia tónico-clónica o clónico-tónica.

Trastornos de voz6,7
Son muchos los especialistas que consideran normal que un niño presente disfonía continuamente, de hecho incluso algunos especialistas en otorrinolaringología consideran que no es necesario explorar ni intervenir en estos casos.

Lo cierto es que afortunadamente cada vez hay más conciencia sobre la importancia de mantener una voz limpia desde la infancia, ya que el tener una buena voz de adulto depende en muchas ocasiones de cómo haya sido de pequeño.

Si un niño presenta hipertrofia adenoidea o amigdalina, probablemente sea un respirador bucal, lo que conlleva que la mucosa que recubre las cuerdas vocales se reseque y, al chocar, se dañen provocando: edema, micronódulos – nódulos… Por otro lado, si la respiración no es la adecuada, se genera un sobreesfuerzo vocal en la zona del cuello, (podemos ver cómo a muchos niños como se suele decir “se le hincha la vena”), lo que conlleva que se acostumbre a hablar forzando… Esto se sistematiza y conlleva a que presente una patología vocal que requiera en un futuro de cirugía incluso.

Las familias de estos niños ven muchas veces como normal que se queden “roncos” o sin voz de manera regular y su idea se ve reforzada por la opinión del especialista. Este niño crece escuchando su voz como “normal” y las personas que lo rodean también. Hasta que probablemente en la pubertad aparezcan las voces rotas caracterizadas en muchas ocasiones por una mezcla entre disfonías y los famosos “gallos”.

Otro tipo de voz peculiar que aparece en la prepubertad y pubertad se conoce como “puberfonía” y está relacionada al propio crecimiento de la laringe.

Tanto en el caso de los pequeños como en los preadolescentes que presentan puberfonía, la intervención logopédica precoz se basa en aportar, en los más pequeños, pautas a las familias junto con el trabajo directo con el niño, mientras que en los mayores la intervención es corta de aproximadamente 8 -10 sesiones en las que se consigue que el chico mantenga una voz limpia y normal.

Trastornos en la alimentación
Muchas veces se desconoce la función del logopeda dentro de los trastornos relacionados con la deglución y alimentación, sin embargo, aunque sea un campo que requiere especial formación, es función del logopeda evaluar, diagnosticar e intervenir en algunos trastornos relacionados con este tema.

Cuando un niño nace con problemas de succión sin trastorno asociado, el logopeda se encargará de estimular la musculatura para favorecer la fuerza y coordinación; se encargará de valorar si el tipo de tetina que se emplea en biberón y chupa es el adecuado según la boca del pequeño y, en función de ello cambiarla, así como el flujo, posicionamiento a la hora de dar la toma… En la mayor parte de los casos estos niños suelen conseguir alimentarse sin mayor dificultad. En cambio cuando el problema de succión se asocia a una patología como puede ser una fisura velopalatina, el proceso de intervención es más lento, ya que el profesional debe acompañar al pequeño y a la familia en todo el proceso de alimentación con las cirugías pertinentes.

Muchos son los niños que nos llegan con problemas para comer: rechazan muchos alimentos, sólo comen triturados colados porque si no se vomitan… La ansiedad que genera esta situación en las familias es muy grande, no sabiendo cómo actuar. Muchas veces intentan distraer al pequeño en el momento de las tomas con juguetes, dibujos animados…, y lo que consiguen es que el niño crezca no siendo consciente del “momento de comer”. Aprenden a “no disfrutar” con las comidas, pues no están interiorizando las sensaciones que les genera alimentarse. Con el tiempo, estos niños pueden incluso dejar de asistir a eventos sociales como cumpleaños porque no son capaces de interactuar de la manera esperada a la hora de compartir una merienda. La observación de la ingesta y análisis de todo el proceso de alimentación en estos casos, hace que el logopeda especialista en deglución pueda intervenir desde un punto de hipersensibilidad o hiperselectividad oral e incluso corporal.

Niños con cardiopatías, niños oncológicos… que en muchas ocasiones llevan sonda nasogástrica requieren de la evaluación e intervención logopédica, orientada a retirar la sonda y a basar la alimentación por boca.

El paso del biberón a la cuchara, que en ocasiones rechaza el niño, es un proceso en el que el especialista evalúa si el tipo de cuchara (forma, tamaño…) es el más apropiado y lo cambia si lo considera oportuno. La manera de introducir el alimento con cuchara, la cantidad… todos estos aspectos en los casos en los que el proceso de alimentación está afectado, debe ser tratado.
Por otro lado contamos con los casos en los que el niño, presenta cuadros respiratorios de respiración con fallo de medro en ocasiones, estos casos son característicos en las disfagias, por lo que la evaluación y adaptación del alimento, la textura, volumen… debe ser pautada por el especialista en muchos casos.

En todos estos casos mencionados anteriormente, la frustración de la familia al ver que su hijo no está alimentándose correctamente, que no aumenta en talla y peso de manera adecuada… es enorme, llegando a sentirse culpables de ello. Por eso la intervención con estos pequeños en el área de alimentación debe realizarse lo antes posible haciendo partícipe de ello a los familiares.

Dificultades de aprendizaje
Dentro de las dificultades de aprendizaje, la dislexia es la más conocida.
La dislexia o trastorno específico de la lectura, tiene clara relación con los trastornos del lenguaje, puesto que el fallo cognitivo que condiciona la dislexia es una alteración en las capacidades fonológicas8.

Se considera conciencia fonológica9 a la habilidad para analizar la estructura de los sonidos del habla. Está relacionada directamente con el correcto aprendizaje de la lectura como corroboran estudios realizados a lo largo de todos estos años.

La dislexia es un trastorno permanente, de origen neurológico, caracterizado por la presencia de una serie de dificultades que impiden la correcta decodificación, en ausencia de otras causas como puede ser: alteración sensorial (vista, oído…), cognitiva, emocional o ambiental. A pesar de ser un trastorno permanente, con una intervención temprana y la metodología apropiada, puede superarse en gran medida.
La mejor manera de prevenir y evitar la dislexia es iniciar la intervención preventiva entorno a los 4 o 5 años especialmente en aquellos niños en los que se detectan dificultades en el desarrollo y adquisición del lenguaje10.

Leer no es más que asociar un grafema a un sonido, unirlo y una vez unido entenderlo. Parece fácil, pero el proceso por el cual se llega a leer de manera comprensiva es complejo. Cuando alguno de los elemento falla se generan falsas rutas, que conllevan a un mal acceso a la comprensión lectora del texto. La estimulación previa en conciencia fonológica, silábica y léxica es fundamental para acceder a comprender lo que se lee.

No podemos determinar que un niño presenta dislexia por ejemplo a los seis años. Para poder realizar el diagnóstico en este sentido, debe realizarse una valoración adecuada donde se detecten los errores específicos que presente, y comenzar un programa de intervención adaptado para valorar la evolución. Se podrá considerar dislexia cuando el desfase sea de dos cursos, no habiendo ninguna alteración asociada de las mencionadas anteriormente.

A nivel de escritura, lo primero que llama la atención en un niño pequeño es cómo pinta, cómo coge el lápiz, cómo es la direccionalidad del trazo… si es correcta o invierte. La escritura conlleva relacionar un sonido con una grafía y, no siempre es fácil ya que como sabemos, aunque nuestra lengua es transparente, a una misma grafía le pueden corresponder distintos sonidos según por ejemplo de la vocal que la acompañe. Este proceso de integración es complejo y en ocasiones, aunque la lectura va relativamente bien, las principales dificultades se dan en esta área. Muchas veces los niños que presentan errores articulatorios no sólo leen como hablan, que es lógico si pensamos que no pronuncia correctamente un sonido, pero es que también “escriben como hablan”, llegando a escribir “cadamelo” en lugar de “caramelo” por ejemplo.

Cuando en la etapa de educación infantil observamos que un niño presenta dificultades articulatorias, y se aproxima a la etapa de aprendizaje de la lectura y escritura (4 años hoy en día en la mayor parte de los centros educativos), debemos prevenir posibles errores de conversión. Si no se trabaja en la etapa de educación infantil la corrección articulatoria, en 1º de educación primaria que es cuando comienzan a trabajar la autonomía y comprensión lectora, ya que las letras se suelen dar todas en 5 años, comenzarán los problemas de aprendizaje.

Trastorno del espectro autista (TEA)11
Leo Kanner describió en 1943 por primera vez el autismo como un “síndrome específico a diferencia de otras alteraciones psicopatológicas de la infancia.”

Desde entonces muchas han sido las investigaciones que han cambiado la definición hasta que el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders-5 (DSM-5), lo considera como un trastorno en el neurodesarrollo, distanciándose de lo que se conocía como Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD).
Los criterios diagnósticos del TEA según el DSM-5 (APA, 2013) se presentan a continuación:
A) Deficiencias persistentes en la comunicación y en la interacción social en diversos contextos, manifestados por lo siguiente, actualmente o por los antecedentes:

A.1) Deficiencias en la reciprocidad socioemocional; por ejemplo: acercamiento social anormal, fracaso en la conversación normal en ambos sentidos; disminución en intereses, emociones o afectos compartidos; fracaso al inicial o responder a interacciones sociales
A.2) Deficiencias en las conductas comunicativas no verbales utilizadas en la interacción social. Por ejemplo: comunicación verbal y no verbal poco integrada; anormalidad en el contacto visual y del lenguaje corporal; deficiencias en la comprensión y el uso de gestos; falta total de expresión facial y de comunicación no verbal.
A.3) Déficits en el desarrollo, mantenimiento y comprensión de relaciones. Por ejemplo: dificultad para ajustar el comportamiento a diversos contextos sociales; dificultades para compartir el juego imaginativo o para hacer amigo; Ausencia de interés por las otras personas.
B) Patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades que se manifiestan en dos o más de los siguientes puntos, actualmente o por antecedentes (los ejemplos son ilustrativos, pero no exhaustivos)
B.1) Movimientos, uso de objetos o habla estereotipada o repetitiva. Por ejemplo: estereotipias motrices simples; alineación de juguetes; cambio de lugar de los objetos; ecolalia; frases idiosincrásicas.
B.2) Insistencia en la monotonía. Excesiva inflexibilidad a rutinas, o patrones ritualizados de comportamiento verbal y no verbal. Por ejemplo: elevada angustia ante pequeños cambios; dificultades con las trancisiones; patrones de pensamiento rígido; rituales de saludo; Necesidad de seguir siempre la misma ruta o de comer los mismos alimentos cada día.
B.3) Intereses muy restrictivos y fijos que son anormales en cuanto a su intensidad y focos de interés se refiere. Por ejemplo: fuerte vínculo o elevada preocupación hacia objetos inusuales; Intereses excesivamente circunscritos y perseverantes.
B.4) Hiper o hiporreactividad a los estímulos o interés inusual por los aspectos sensoriales del entorno. Por ejemplo: aparente indiferencia al dolor/temperatura; Respuesta adversa a sonidos y texturas específicas; oler o tocar excesivamente objetos; fascinación visual con luces o movimientos.
Los síntomas tienen que manifestarse en el periodo de desarrollo temprano. No obstante, pueden no revelarse totalmente hasta que las demandas sociales sobrepasen sus limitadas capacidades. Estos síntomas pueden encontrarse enmascarados por estrategias aprendidas en fases posteriores de la vida.
C) Los síntomas causan deterioro clínico significativo en el área social, laboral o en otras importantes para el funcionamiento habitual.
D) Las alteraciones no se explican mejor por una discapacidad intelectual o por un retraso global del desarrollo.

Todos los puntos en los que debemos fijarnos para valorar si un niño presenta un trastorno de espectro autista, si nos fijamos siguiendo los criterios del DSM-5 están mayormente relacionados con la comunicación e interacción social. Por este motivo, al detectar cualquier alteración comunicativa, debemos empezar un programa adaptado descartando posibles causas del desfase y valorar, a posteriori, tras un periodo de intervención logopédica, si realmente se corrobora el diagnóstico de TEA o no, ya que en muchos casos se realiza diagnóstico sin valorar algún tipo de intervención.

Deficiencia auditiva
“El diagnóstico de la sordomudez no suele ser fácil en los primeros tiempos de vida infantil, y hay que reconocer que los otólogos, y aún más los pediatras, se equivocan con mucha frecuencia.

Los niños son llevados al médico porque no hablan, pensando los padres que tienen una enfermedad en los órganos de la palabra, en la que la lengua tiene siempre, según ellos. Un gran papel.” (…)12

Así empezaba el Dr. Perelló uno de sus capítulos de los tantos libros sobre sordera que escribió hace muchos años. Afortunadamente todo esto ha cambiado y sigue cambiando. La pérdida auditiva se suele detectar en el nacimiento gracias a la realización de las otoemisiones acústicas y, posteriores pruebas pertinentes como los Potenciales Evocados de Tronco Cerebral (PEATC). Pero si nos fijamos en la descripción que aparece, el problema del habla es el motivo por el que los padres acuden normalmente a consulta. Ahí la importancia del lenguaje y comunicación.

Hoy en día la detección precoz de la pérdida auditiva no sólo permite colocar las prótesis adecuadas: audífonos, implantes cocleares.., sino especialmente favorece el que el niño pueda empezar junto con su familia, un programa de estimulación temprana que le permita comunicarse de manera efectiva a ser posible en tiempo y forma, tanto con sus iguales con los adultos, y así poder tener un desarrollo dentro de la norma, siendo escolarizado en una escuela ordinaria y accediendo a los aprendizajes escolares correctamente.

Esta “normalidad” que buscan todas las familias, podrán ser posible siempre que se comience un programa de estimulación desde el momento en que se detecta la pérdida. Estimular el resto de sentidos, y sobretodo aportar las herramientas comunicativas adecuadas a cada caso, es función del especialista del lenguaje.

Supongamos que tenemos un niño recién nacido al que se le diagnostica sordera profunda neurosensorial bilateral, y al que, cumpliendo requisitos se le recomienda el implante coclear. Ese niño y su familia deberán acudir a un programa de entrenamiento desde los primeros meses de vida, en los que se le enseñará y condicionará para que, tras la colocación del implante, sea capaz de indicarnos si oye o no determinados sonidos, y así poder ir ajustando la programación para que desarrolle el lenguaje como cualquier oyente, por vía auditiva con la intervención del logopeda especializado en terapia auditivo verbal13.

Mientras llega el momento del implante es necesario aportar a ese niño en su primer año de vida, de las herramientas gestuales que le permitirán comunicarse de manera efectiva incluso antes de que un oyente diga sus primeras palabras.

Casos como este, son niños a los que a la edad de cinco años se les puede dar el alta ya que consiguen alcanzar un nivel de desarrollo lingüístico acorde a la edad que presentan, siendo capaces en la mayoría de los casos de mantener incluso una conversación telefónica.

Otros
Son muchísimos los trastornos con afectación en la comunicación: parálisis cerebral, afasias, síndromes (Goldenhart, Williams, Pierre Robin, West…), y una lista interminable que requerirá lo antes posible una evaluación e intervención por parte del especialista del lenguaje (logopeda).
A modo de conclusión y bajo nuestra experiencia de más de 15 años trabajando con niños de todas las edades, consideramos que “el lenguaje estructura el pensamiento” por lo que cuanto antes se trabaje el desarrollo comunicativo lingüístico menos probabilidad habrá de tener dificultades en los aprendizajes escolares. La atención temprana es la gran aliada contra las dificultades de acceso a la información y la que nos ayuda día a día a mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes y sus familias.


Bibliografía

1. Federación Estatal de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana. Libro Blanco de Atención Temprana. Madrid:Real Patronato sobre Discapacidad 2005. http://www.fcsd.org/file-69992_69992.pdf

2. Redondo Romero AM. Pediatr Integral. Trastornos del Lenguaje. 2008; XII: 859-872. http://ardilladigital.com/DOCUMENTOS/EDUCACION%20ESPECIAL/LOGOPEDIA/TRASTORNOS%20LENGUAJE/GENERAL/Trastornos%20del%20L%20-%20Redondo%20-%20art.pdf

3. Acosta Rodríguez V. Manual de Logopedia: Un enfoque oral y comunicativo para profesionales que trabajen en ambientes educativos y sanitarios. Canarias: Dirección General de Universidades e Investigación, Gobierno de Canarias 1997

4. Gallardo Ruiz JR, Gallego Ortega JL. Manual de logopedia escolar. Un enfoque práctico. Málaga: Aljibe 1995

5. Fernández Zúñiga A, Caja del Castillo R. Tratamiento de la tartamudez en niños. Programa de intervención para profesionales y padres. Barcelona: Elsevier Masson 1995

6. Dinville C. Los trastornos de la voz y su reeducación (2ª ed.). Barcelona: Masson 1996, pp. 33-40

7. Borragán Torre A, Del Barrio JA, Gutiérrez JN. El juego vocal para prevenir los problemas de voz. Cantabria: Aljibe 1999

8. Artigas J, Rigau E, García-Nonell K. AEP: Protocolos de actualización.2008-aeped.es. 24. https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/24-lenguaje.pdf

9. Jiménez JE, Ortiz MR. Conciencia fonológica y aprendizaje de la lectura: teoría, evaluación e intervención. Madrid: Síntesis 1995

10. Acosta Rodríguez V. Dificultades del habla infantil. Un enfoque clínico. Málaga: Aljibe 1998

11. Asociación Americana de Psiquiatría, Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos del DSM-5. Arlington, VA, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013. Disponible en http://www.autismo.com.es/autismo/criterios-diagnosticos-del-autismo.html

12. Perelló J, Tortosa F. Sordera profunda bilateral prelocutiva, 4ª ed. Barcelona: Masson 1992

13. Furmanski HM. Implantes cocleares en niños (Re) habilitación auditiva y terapia auditivo verbal. Barcelona: Nexus 2003